viernes, 2 de septiembre de 2011

Perdí mi bicicleta o sobre la cosmoteología del tiempo


He observado ese objeto aparentemente mecánico repetidas veces pero intento evitarlo. Y es que, verlo me resulta insoportable. Los apostadores hipotéticos, en las múltiples luchas de miradas entre ese ciclope y mis ojos hipermetrópicos se aburrirían o se enriquecerían porque podrían descifrar quién es el que resulta perdedor en todas las ocasiones. Decir que, cuando todo marcha bien el tiempo se acelera y, en la adversidad, disminuye su velocidad, es insuficiente. La cosmoteología, según Kant, busca derivar la existencia del ser originario a partir de una experiencia general. No obstante, la experiencia general no es más que una experiencia particular singularizada por un acontecimiento dentro del ser originario. Falta decir que ese ser que me causa aversión es un organismo animal que aspira los objetos y después los exhala.

El Teléfono que suena en la esquina de mi habitación es absorbido por los poderosos pulmones del aludido animal. Cada onda de sonido que se propaga, el teléfono y sus accidentes, son arrastrados para inflar dos bolsas como pulmones. Esos órganos parecidos a globos son de un tamaño infinito pues, en una de sus aspiraciones, deben entrar dentro de sí todos los entes del universo. Después, en el momento de la exhalación, todo vuelve a su lugar previo sin que se pueda advertir el movimiento violento, debido a su velocidad inverosímil que, proporcionalmente, corresponde a la velocidad de las alas de un colibrí. Dentro de esas respiraciones, una voz se escucha en el auricular: "Te extraño, quiero verte, estoy frente al Auditorio Nacional en mi auto y esperaré un momento." Esa voz no sólo entra a mis oídos como sonido, sino que también se convierte en un ventarrón que irrumpe con el oxigeno que entra a mis pulmones. A su vez, soy inhalado por los referidos pulmones inmensos. Dicho suceso, mínimo en el universo total de los entes, marca una radical diferencia en el estado del Organismo Animal de Respiración Infinita; éste nota que respira algo extraño aunque no logra detectar lo que es, sin embargo no puede resistirse al estado de euforia que le causa. Mientras tanto, no tengo automóvil [lo cual debería resultar obvio desde la referencia inicial a Kant] y es tarde para que en la Ciudad haya transporte colectivo; así que lanzo mi bicicleta a la calle, subo en ella, muevo los pedales y con las llantas que prensan la avenida jalo hacia mí el Auditorio con todas mis fuerzas. El OARI que tiene nubes por patas, en su emoción psicotrópica mueve sus nubes aleatoriamente. Al lograr que el auto, desde el que recibí la llamada, llegue frente a mí, dejo la bicicleta y entro al auto. Ella está ahí, frente al volante, con una línea burlona dibujada, como escritura cuneiforme, en su rostro. Yo no pienso que sus labios sean un rasgo dibujado, simplemente deseo besarla. Simultáneamente, el OARI gira sobre su propio eje con respiraciones agitadas, sus orejas (que parecen una bufanda por tener una textura similar) se mueven con una locura divina.

Dentro del OARI, hay una secuencia de eventos en que, después que una cama llega a nosotros, los besos vienen a nosotros, arrastramos con nuestras respiraciones los entes a nuestro alrededor, inspiro sus gemidos y al exhalarlos se convierten en silencios. Ella crea un remolino al respirar, entro profundamente y salgo. En todo ese movimiento y confluencia de fuerzas dinámicas, el espacio dentro de los pulmones del OARI se contrae y su respiración se detiene. Nuestra respiración también se detiene. Y por un instante no hay movimiento alguno. Finalmente, el OARI recobra el ritmo normal de su respiración todavía con una sensación de aturdimiento. Ella se encuentra debajo de las sábanas. Y, por mi parte, comienzo una nueva lucha de miradas, de la cual seguramente ya todos saben el resultado.

Para aclarar esta historia, yo no relato nada más que el encuentro con ella, de las referencias extras no tengo conocimiento y, de hecho, pueden ser dejadas de lado. El único problema es que dejé mi bicicleta tirada frente al Auditorio Nacional. Les cuento esta historia para solicitar a los que vean este anunció (y a los que no lo vean también) la devolución de mi bicicleta, hay recompensa $$$$$

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