martes, 5 de abril de 2011

Dalí Atómico, Ausencia Atómica


Es de sobra conocido que, en nuestra vida consciente hay procesos interiores que no controlamos. Uno de ellos son los gestos faciales. Philippe Halsman con su implemento del "jumping style" o "jumpology" en la fotografía saca a la luz, según sus propias palabras, la caída de la mascara para dejar ver lo real que hay detrás. En su fotografía, dichos "lapsus gestuales" combinados con la suspención del movimiento da como resultado la petrificación de un momento con detalles irrepetibles. El movimiento de la vida es una secuencia de presentes lanzados en el tiempo, la belleza del ser está oculta a nuestra mirada. La belleza inaudible de esta fotografía en particular conduce a una visión del movimiento con su propia ausencia. Su ausencia presenta de manera más asombrosa el momento en que alguna vez Salvador Dalí, unos gatos, un cuadro, una silla, un caballete y algo de agua quedarón suspendidos en una imagen.

La existencia se muestra con mayor fuerza cuando hay una ausencia impresindible para la vida del mundo. Esas ausencias pueblan el corazón humano por la ignorancia de pensarlas sin importancia, de asumirlas como "daños colaterales". Eso no tiene que ver con los pactos con el gobierno y los criminales (sea el sentido que se le de a esto), tampoco tiene que ver con el odio; las ausencias en la vida del mundo son momentos en la historia del la humanidad que quedan fotografiados en escenas de violencia que muchos olvidarán, esas ausencias sólo petrifican el corazón. Así, la vida, si bien es una secuencia de presentes lanzados en el tiempo en donde se muestra la belleza, también la hemos convertido en una fotografía del mundo ausente del movimiento hacia el fomento del crecimiento de esa belleza, tan frecuentemente olvidada. La mascara se cae a cada día pero detrás de ella se ha mostrado una consciencia que se resigna al estado actual de las cosas, no encontramos un inconsciente cultural, sino una resignación cultural. Yo quiero fotografíarme en un salto para notar mi infamia y a partir de ahí plantar contundentemente mis pies en nuestra tierra fracturada más por las acciones humanas que por los terremotos.