martes, 5 de noviembre de 2013

Nine Cats



The butterfly sailed on the breeze
Past a field of barbed wire trees
Where golden dragons chased around
Pampered poppies on the ground
Two silver trout sat way on high
And watched a royal samurai
Plant two black orchids in a box
And strap it to a laughing fox
A minstrel bought a crooked spoon
He gave it to a blue baboon
Who filled it full of virgin snow
And watched it in the afterglow

Fat toad stood in his ballet shoes
Teaching sixteen kangaroos
How to skip across a lake
They found it hard to stay awake
A pharaoh played a merry tune
And watched nine cats dance on the moon
I didn't know what all this meant
I didn't know why I'd been sent.

The Insignificance version of Nine Cats has the
following additional verse at the end:

I threw 5 clocks down on my bed
The chimes danced out on golden threads
And turned to footprints on my wall
Sequined tears began to fall

jueves, 24 de octubre de 2013

Percepción drogadicta


El espacio es uno pero dentro de mi habitación las paredes funcionan como cuchillas. Seguramente, si acaso me visitaras sentirías una extraña sensación. No lograrías situarla pero una pesadez se instalaría en tu cabeza, un mareo impreciso y unas ganas de irte. Como decía antes, mi lugar de trabajo no es perfecto para estudiar pero es lo que tengo por ahora. Una habitación pequeña en donde además de mi escritorio se encuentra una televisión y mi cama. Unas paredes mal pintadas y con un mal aplanado. Las cortinas son un mantel de mesa que cuelga de un cordón. Un piso de cemento con tintes naranjas y marcado por grietas y hoyos. La televisión, sobre un mueble de vidrio, tiene una pantalla desmesuradamente grande en contraposición al tamaño reducido del lugar. Algunos dicen que se llama pantalla pero continúo diciéndole tele. Sobre mi cama queda poco qué decir, sólo que tiene el colchón más curvo que podrías encontrar y su base me trae recuerdos tanto buenos y malos de una chica que no ha vuelto a dormir aquí. 

Sé que las paredes cortan el espacio porque en un sueño obtuve la lupa que me permitió ver la realidad de éste espacio interior. Como fantasma salí de la habitación y pude mirar cómo las paredes aprisionaban al espacio, una especie de fluido negro salía de las heridas del espacio. Un color azul, como de fuego, salía a manera de pus. Había algo que me atraía dentro del cuarto como una fuerza de hoyo negro. Y ya dentro me dí cuenta de que todo estaba doblado en sí mismo, como sí cada objeto tuviera su propia gravedad y además todos los objetos se repelían y atraían en un equilibro estresante. A fin de cuentas, el único refugio que encontré era el librero, ahí los libros y sus palabras marcaban una armonía inigualable, una música, un resplandor, un aroma o una tangible suavidad. No obstante, eso no duro mucho. Las palabras se rompían, los entrepaños colapsaban, los libros se partían a la mitad como la capa de hielo de algún lago. 

Ahora que he despertado, sé que las letras no son suficientes, los libros y sus teorías se quiebran. El mundo forma y deforma los libros y a cada humano. Los libros no contienen mundos. Únicamente los sujetos podrían parecer palabras de un lenguaje que aún no nos resulta claro. No logramos aún que nuestras palabras permanezcan. Vivir más que leer pero únicamente nos queda escribir en el tiempo con la tinta de la acción, y aún así eso no quedará. Aunque seguramente dicha percepción recurrente del espacio no es más que una percepción drogadicta.