Onetti. Tierra de Nadie
¿Cómo nombrar tu suave mirada como si fuera Dios viviendo en ti? ¿cómo respirar tu aroma sin sentir que lo infinito hace explotar las venas de mi corazón? No enuncies más los misterios que deben estar escondidos para la mirada humana y aunque no lo sepas, lo haces. Deja de flotar sobre el fango, oh ángel que mi Deseo hace arder, ven conmigo y toca mi piel que cubre movimientos telúricos. No quiero hablar más acerca de tí sino mediante toda la basura que nos rodea, esa basura que me impide recordar tu existencia y más dudar de ella. Una intuición es saberte imposible, seguro encerrada estás, casi sin ropa y escribiendo un poema mientras te masturbas pensando en brazos, lenguas y dedos llenos de ansia. Siento tus lejanas caricias y se enmarcan en mi cuerpo como trazos difusos, así como estelas en el pielago hechas por grandes maritimos mounstruos.
Todo el caos en mi cuarto puede ser más grande que el que hay en el universo entero. No puedo ordenarlo sin recordar que cada prenda tirada en el piso fue retirada de mi cuerpo por tu boca traviesa. Mi perro se queja porque estoy todo el tiempo con él, muchas veces él debe soñar con viajar al caribe y correr por la playa sin que sus huellas puedan ser seguidas. Incluso el pez que cuidaba cometió un suicidio con un clavado al aire que cualquier juez de las olimpiadas le hubiera atribuido una medalla de oro. Sólo queda la araña Martha en la esquina de una pared que no me atrevo a mirar. Esa esquina desde la cual siempre intento mirar todos los puntos de fuga del lugar.
Pero la verdad es que el amor lo cubre todo, no tengo cuarto, no tengo perro, nunca conseguí un pez y la araña existe pero seguramente no mantiene ninguna relación conmigo a menos, tal vez, la de ser su inquilino. Sólo la Tierra de Nadie se encuentra bajo mis pies y dentro de mi corazón, no obstante Nadie toma su ropa y toma el dinero que le debo por sus servicios.
Todo el caos en mi cuarto puede ser más grande que el que hay en el universo entero. No puedo ordenarlo sin recordar que cada prenda tirada en el piso fue retirada de mi cuerpo por tu boca traviesa. Mi perro se queja porque estoy todo el tiempo con él, muchas veces él debe soñar con viajar al caribe y correr por la playa sin que sus huellas puedan ser seguidas. Incluso el pez que cuidaba cometió un suicidio con un clavado al aire que cualquier juez de las olimpiadas le hubiera atribuido una medalla de oro. Sólo queda la araña Martha en la esquina de una pared que no me atrevo a mirar. Esa esquina desde la cual siempre intento mirar todos los puntos de fuga del lugar.
Pero la verdad es que el amor lo cubre todo, no tengo cuarto, no tengo perro, nunca conseguí un pez y la araña existe pero seguramente no mantiene ninguna relación conmigo a menos, tal vez, la de ser su inquilino. Sólo la Tierra de Nadie se encuentra bajo mis pies y dentro de mi corazón, no obstante Nadie toma su ropa y toma el dinero que le debo por sus servicios.